lunes, 28 de junio de 2010

Los Más mejores humanos

Seeeeeeh, ya sé que frases como “más peor” y “más mejor” están mal, que no se dicen. También sé que la Real Academia debería tener una policía de la escritura que sancione este tipo de atrocidades y que mis profesores de la gran Escuela de Letras de la UCAB se sentirían defraudados si me vieran cometiendo semejante error, sin embargo yo tengo una explicación para este extraño lujo y quisiera compartirlo.

En este mundo hay muchas muchas cosas, entre esas agencias de publicidad (grandes, pequeñas, bonitas, tradicionales, muy muy viejas y muy muy nuevas… agencias hay y de todo tipo) a las que dedicamos la mayor parte de nuestro tiempo, cuando decidimos formar parte de este negocio.

Este post, no va dirigido a todos los tipos de agencias, tampoco a alguna agencia grande, ni siquiera a una agencia en lo que yo haya trabajado, esta vez mis letras irán dirigidas a una agencia pequeñita, a esa casita que, por fuera, no se parece en nada a una agencia, pero en la que, por dentro, se hace un trabajo increíblemente arrechísimo.

Mi intención no es hablar ni del trabajo que se hace en las agencias y tampoco de la situación del país, sino de aplaudir a una gente de oro, que a pesar de haber sido víctimas de un terrible asalto, en el que seguramente un grupito de gente mala se encargó de llevarse lo que tantas trasnochadas les costó lograr, hoy se levantaron a echarle las mismas piernas que siempre.

No me gusta sonar “autoayudesca”, me chocan esas frases como “son un ejemplo para el país y el mundo”, así que no las usaré sin comillas, ¡nunca lo haré!. Pero señores, en serio esta gente es superada. Ellos no están esperando a que les devuelvan lo que les quitaron, ni que las cosas caigan del cielo porque el cielo se las debe (aunque yo si creo que deberían de lloverles un par de compus como para reparar un pelín el daño).

Ellos, desde que inauguraron su preciosa sede, se comprometieron a dudar, y ese ha sido el secreto del trabajo tan alucinante que hacen, es por esa razón que se hacen llamar ¿Mmh?, porque se permiten preguntar y preguntarse mil veces absolutamente todo, eso dicen ellos, métanse en su página y ahí lo verán.

Yo no, yo pienso diferente. Yo pienso que Mmh es otra cosa, y por eso me doy el lujo de quitar los signos de interrogación porque para mí no es una pregunta, para mi Mmh significa Más mejores humanos, porque sin duda, son más mejores que muchos.

martes, 15 de junio de 2010

Las Letras me abandonaron

Hace unos meses salí de paseo con las Letras, organizamos un día entero juntas, así que teníamos que buscar diversiones varias para pasarla bomba.

En la mañana salimos a desayunar a un lindo lugar cerca de la casa por ahí por La Boyera. Como éramos muchas tuvimos que esperar por mesa y cuando nos sentamos todas pedimos café, jugos naturales y cosas ricas para comer. Mientras llegaba la orden, conversábamos de muchas cosas, discutíamos sobre temas interesantes, nos reíamos de nuestras tonterías de amigas locas y criticábamos a todos los mal vestidos (en verdad se lo merecían por mal vestidos). Como estuvimos ahí mucho rato entre chácharas, croissants y cigarros, se llegó el mediodía, así que pedimos la cuenta, pagamos y nos fuimos.

En el carro íbamos todas apretadas, pero cantábamos canciones para disminuir un poco la roncha. Lily Allen, sin duda, fue una de las favoritas.

El siguiente destino fue el Tolón, para hacer algunas compras. La primera parada obligada fue ZARA. Obviamente nos probamos todo y terminamos comprando una camisetica blanca para sentir la satisfacción de salir aunque sea con una bolsita. Luego pasamos por las librerías a ver qué se nos pegaba, pero al ver los precios ellas me hicieron recordar todos los libros que tenemos en la biblioteca, que todavía no hemos leído, así que seguimos nuestro camino.

El Centro Comercial estba como full, así que salimos, atravesamos la Av. Ppal. de las Mercedes y nos sentamos en la Plaza Alfredo Sadel a ver a la gente pasar y a comer raspa'os de colita. Estando ahí, lo observábamos todo con atención tratando de capturar un buen momento. Hubo un par que casi valieron la pena. Se acercaba la hora de irnos, así que buscamos el carro y nos fuimos al lugar donde somos realmente felices: El Municipio Chacao.

Dejamos el carro en el Centro Plaza y comenzó la excursión. Primero la Francisco de Miranda, luego Altamira, La Castellana y Los Palos Grandes. Luego fuimos a almorzar en un restaurancito italiano muy rico; no recuerdo el nombre, pero la entrada tiene un toldo amarillo y una puerta de madera. Al salir de allí atravesamos toda la Plaza Francia y entramos un ratico en La Estancia, para no perder la costumbre. Nos quitamos los zapatos y nos acostamos en la grama. Por un rato jugamos a encontrarle formas a las nubes; yo vi un rinoceronte con patas mecánicas, volando sobre un dirigible. Cuando el sol se empezó a esconder, decidimos irnos. Ya en el carro, todas buscamos la manera de maquillarnos y de ponernos bellísimas a pesar del apretujamiento, para ir en busca de unos merecidos cocteles, así que nos encaminamos rumbo a La Beat (como siempre) a tomar Margaritas.

Como era temprano, pudimos agarrar todas las mesas de la terraza, menos mal. Brindábamos enloquecidas, hacíamos recuentos de la jornada y de lo bien que la habíamos pasado. Ellas se burlaban de mí, decían que estaba prendida sólo porque me quedaba callada a veces y luego me reía sin razón. "Soy feliz cuando estoy con ustedes" les dije y todas me abrazaron. Luego de unas cuantas Margaritas, nos fuimos a la casa, nos lavamos la cara, nos cepillamos los dientes, nos pusimos la pijama y nos acostamos a dormir. A la mañana siguiente me despertó un antipático rayito de sol que se colaba por la cortina. Me levanté contenta y con ganas de pasear otra vez. Me bañé, me vestí y salí corriendo para invitarlas, pero ya no estaban "quizás fueron a comprar el desayuno" pensé, las esperé... y esperé... y esperé... Nada. Todo estaba en silencio. Todo estaba vacío.

Yo no podía evitar sentir miedo y a la vez un poquitico de esperanza de que en cualquier momento volverían con pan, queso, jugo de naranja para el desayuno y un lindo plan sorpresa para ese día. Nada. Realmente se habían ido. No les importó lo bien que la pasamos, lo mucho que nos divertimos y el cariño que siempre les tuve. Se fueron y me dejaron sin nada. Sin letras me quedé muda, sin nada qué decir... Sólo páginas en blanco, tristes y calladas.