sábado, 11 de mayo de 2013

Ya en Caracas


Han pasado varios días ya desde nuestro regreso de Nueva York. El vuelo salía desde el aeropuerto de La Guardia, y el taxi estaría esperando abajo del sencillo pero muy bien ubicado apartamento que alquilamos en la calle 34 con Madison, a las 7:00 a.m.

Esa mañana descubrí que mi sistema y mi reloj biológico estaban listos para quedarse, olvidando que no soy norteamericana y que mi visa es irremediablemente de turista, porque a pesar de haber puesto meticulosamente la alarma, que todos los días me había levantado para salir a pasear por las calles de Manhattan, esa mañana me había traicionado, obligándonos a regresar a Caracas sin bañarnos… Y qué mejor manera de ponernos en Venezuela mood, que volver con esa sensación de almohada que se tiene cuando ¡sorpresa! HIDROCAPITAL corta el agua sin avisar.

En fin, han pasado varios días ya, así como han pasado meses (quizás años) desde que no escribo nada para este blog.

Estando allá, creía que llegaría inmediatamente a escribir, pero no. La nostalgia y el estado de shock al volver a un país tan arruinado y tan distinto al que dejé (tomando en cuenta que estuve fuera solamente 12 días) me lo impidió, creo.

Pero hoy, la necesidad volvió (¡bravo!)… Era lógico. Después de ver, en un día, 17 películas, todas filmadas en Nueva York, las cuales obviamente ya había visto. Y Phantom of the Opera, la cual considero únicamente porque fue el play que vimos en Broadway, la cual está muy lejos de hacerle justicia y la cual estoy segura que veré miles de veces buscando, sin éxito, imaginarme que estoy a unos pocos metros de los actores del Majestic Theatre.

Este primer post de Nueva York, se lo voy a dedicar a mi amiga Rairú (quien vive en Australia) y quien fue la primera persona que me pidió que escribiera sobre Nueva York. Así que Rai, aquí está el primero, de lo que supongo serán varios episodios de mi paso por lo que se convirtió en uno de los amores más grandes de mi vida… Claro, obviamente me iba a enamorar.

Han pasado varios días ya, pero no te preocupes porque fui precavida: me llevé un cuadernito donde listé uno a uno los lugares que visité, la comida que pedí, las cositas que CADIVI me dejó comprar y todo lo que valiera la pena recordar (o sea todo) anticipando que las ganas de escribir aparecerían. Lo que significa que, habrán doce días con todas sus horas, para contarte.

Hace poco tuve una linda conversación con alguien que ha ido a Nueva York varias veces y me dijo algo que me gustó mucho. Me dijo: “hay un Nueva York para cada quien y mi Nueva York, no es el mismo que el tuyo” y estoy segura de que tiene razón. Es increíble que un lugar tenga tantas personalidades como personas en el mundo, pero es así.

No sé si a ti también te pasó cuando volviste a casa, pero he tenido que responder varias veces a esta pregunta “¿Qué fue lo que más te gustó?” y para no tener que responder con un genérico “todo”, digo cosas diferentes para no ser injusta con nada. A veces digo el Central Park, a veces el Met, a veces la calle 34, a veces el Village (repartiéndolo entre el East, el West y Greenwich), a veces Soho, a veces el Meat Packing District, Grand Central Station, Brooklyn, Times Square y así. Cuando la verdad es que es imposible decidir. Si Nueva York tiene trastornos de personalidad, parece que yo también.

En Nueva York descubrí un montón de cosas, como era de esperarse; pero sobretodo me hizo darme cuenta de que para mí es imposible escribir si no hay algo que me mueva a hacerlo. Y no estoy hablando de inspiración, ni de las burlonas musas en las que ya no creo. Estoy hablando de experiencias vividas, estoy hablando de algo que no sea una aburrida conversación de trabajo con colegas, ni de hombres con amigas, ni de la difícil situación del país de la cual es imposible escapar. Estoy hablando de vivir una vida que valga la pena contar (por lo menos para mí). Una vida con cuadras para caminar, con lugares para visitar. Lo que me lleva a concluir que para escribir tengo que pasear más, probar cosas nuevas y ahorrar para viajar el año que viene.

Rai hay muchas cosas que contar y lo haré a su debido tiempo. Gracias por hacerme prometer que escribiría, porque no me gusta faltar a mi palabra y gracias por creer que todavía puedo hacerlo, cuando la verdad es que a mí siempre me queda la duda.

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