miércoles, 14 de abril de 2010

El Oficio de Escribir

Porque escribir de escribir nunca es fácil…

Después de haber leído tanto, aunque no tanto como yo quisiera, después de haber elegido una carrera como Letras y después de haber encontrado entre mi ropa una serie de cuadernos llenos de buenos y malos textos (en su mayoría malos), era más que obvio para mí que escribir es el oficio, el ejercicio y el hobby que mejor me queda.

Los intentos por escribir algo realmente bueno casi siempre han sido fallidos, por la inconformidad que siento al haber terminado algo y llegar a conclusiones y juicios duros, pero que inevitablemente hay que hacer: “esto no quedó como yo pensaba”, “nadie nunca debería leer esto”, “aquí no debí poner que el gato era verde sino azul o ¿será que el gato debió haber sido una jirafa y nunca un gato?”. Las posibilidades de la escritura son infinitas y los juicios también (sobretodo los propios), sin embargo, es algo que me encanta hacer; el producto terminado es gratificante porque por fin quedó, pero para mí lo lindo es todo el proceso, justo como está ocurriendo ahora.

Es realmente delicioso tener ideas todo el tiempo. Sería mucho mejor si tuviera un lápiz en la mano derecha, en vez de un dedo índice y una hoja en blanco, en vez de una memoria traicionera.

Las ideas, traicioneras también, suenan muy bien en el silencio del momento en que se despiertan, pero la batalla para ponerlas en el papel siempre ha sido a muerte y casi siempre muero yo. No quisiera caer en lugares comunes y mucho menos provocar lástima (ni la del lector, ni la mía), sólo creo que toda manifestación de algo, siempre luchará por ser perfecta y sus creadores así lo perciben. La exigencia forma parte del desafío y siempre será la parte más difícil.

Dedicarme a esto y obligarme a hacerlo por mi cuenta todos los días, siempre será una angustia necesaria, deseada y por supuesto deseable. Andar corriendo detrás de las musas para poder atrapar alguna es agotador, mucho más aún si ellas (muy burlonas) no se dejan atrapar con facilidad y es por eso que, para dejar el juego, debo ser más dedicada y menos cómoda, debo convencerlas de venir (nunca por la fuerza) a sentarse y conversar un rato.

El oficio de escribir es fascinante y cuando trata bien a quien lo practica es fluido como el agua, es como una palabra infinita escrita con letra corrida. El mundo, la gente y las cosas estarán ahí hasta el fin de los tiempos para ser descritas, admiradas, rescatadas del olvido; siempre habrá tinta y espacios vacíos en los que se pueden derramar recuerdos, ficciones, sueños (hasta lo más oscuros) y si están ahí, mi deber como aprendiz es usar y abusar de ellos.

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