martes, 6 de abril de 2010

Llegó la gente…

Es increíble lo diferente que se ve Caracas hoy, no es que haya cambiado demasiado, digamos que en apariencia es la misma cosa, me refiero a lo distinto que es su comportamiento cuado llegan los “temporadistas”.

Hace una semana exactamente se respiraba un silencio típico de los “asuetos” y atravesar la ciudad desde El Hatillo hasta Altamira era cosa de quince minutos más o menos. Increíble, pero cierto.

Decía que justamente hoy Caracas amaneció diferente, porque es verdad; algo raro sucede los lunes después de vacaciones, nadie sabe si la gente decide tomarlo como un día libre más o si todo el mundo se queda dormido, después de haber llegado a las mil y quinientas de un largo viaje por carretera la noche anterior. Lo cierto es que los lunes después de vacaciones la ciudad sigue como vacía. Ya los martes es otra cosa: el corneteo furioso, el gentío en la calle, el tráfico de siempre.

Esto probablemente ante sus ojos (y los míos) sea más de lo mismo y así es, pero no podía dejar escapar la oportunidad de contarles las consecuencias de estas cosas.

Cuando uno hace un viaje muy muy largo en carro, las probabilidades de encontrar pequeños cadáveres de animales es altísima, es algo doloroso, pero muy normal y muy común. Una vez escuché a alguien decir que los perros muertos al borde de una calle son producto del suicidio, me llamó bastante la atención; ¡claro!, tiene todo el sentido del mundo, si son pobres perritos hambrientos que no tienen donde dormir ni nada, eligen lanzársele a las ruedas de un carro y terminar con su sufrimiento (pobrecitos), pero es una interesante observación y siempre pensaré en eso cuando los vea ahí, como ese ser que ya no es perro, ni es vida, ni es nada.

Volviendo a los cadáveres. Una cosa es verlos a 80 ó 100 Km/h, lo divisas de lejos, te le acercas (porque no te queda de otra, está en la vía), curioseas un poco para diferenciar la especie, volteas rápido para no ser tan masoquista y al cabo de unos segundos ya le dejaste el pelero. Nada agradable. Luego, un silencio breve por el desgraciado animalito y a otra cosa mariposa (suena feo, pero es la verdad). Pero peor es caminar con la resignación de siempre, esa sensación de “la calle es un basurero, pero no hay nada que hacer” y conseguirte con el muertito ahí, al lado de la acera por la que tus pies están pasando. Era un gatico. De lejos parecía blanco con manchas negras o negro con manchas blancas y tenía a su lado todas las cositas que, antes del accidente, lo mantenían vivo. Me pareció muy extraño, (¿un gato?) y muy triste la verdad. Me pareció terrible que su última vida se la haya llevado un despiadado “temporadista”… el día que llegó la gente.

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