lunes, 14 de abril de 2014

Primer Ensayo (Módulo: Fuentes de Inspiración)


Yo maté a mi musa

O si algún día llega el fin del mundo, me gustaría que me sorprendiera escribiendo.

Muchas cosas se han dicho acerca de la inspiración. Suena a algo común, a algo conocido. Un concepto de dominio público. Pero la verdad es que la inspiración es en esencia, abstracta y por lo tanto, casi indefinible.

Muchas técnicas han usado los más ilustres escritores, artistas, músicos para inspirarse, pero jamás se han detenido a encontrarle significados a la palabra, porque la verdad es que no hace falta. La inspiración, se siente cuando se tiene. No es fácil alcanzarla y es escurridiza. Y aunque no podamos verla, sabemos que está ahí rondándonos, burlándose de nosotros, aprovechándose de todas las distracciones que, como diablitos, se van apoderando de nuestra concentración dejándonos, una vez más, sin nada.

La inspiración entonces, es una posición muy cómoda, es el sillón donde se sienta Homero Simpson a ver televisión durante horas y eso me ha hecho dejar de creer en ella.

Durante mucho tiempo confiaba plenamente en mi musa. Esa dama sutil, que (creía yo) venía a susurrarme al oído mejores entradas para publicar en mi blog, mejores ideas y por supuesto, el copy ganador. Hasta que un día dejé de escucharla y sentí que me había abandonado, dejándome huérfana de palabras.

Fue una época oscura, terrible, sola. Pero un día volvió y como en los viejos tiempos, me dijo todo lo necesario para sentirme como lo hacía cuando me acompañaba. Y justo cuando estábamos en el mejor momento, tuve una revelación tan esclarecedora, que en un segundo frenético la maté sin piedad. Sí, yo maté a mi musa. O a lo que ella representa para el común: una fuerza, que así como viene a darte lo mejor de ella y a sacar lo mejor de ti, se va dejándote siendo el mismo mortal que has sido siempre y eso no me gusta. No me gustan frases como “cuando llegue la musa” o “no estoy inspirado”.

Esta revelación me hizo darme cuenta de que la inspiración no es el momento en que explotan las mejores ideas, ni tampoco la energía que nos hace hacer mejor las cosas (sean cuales ellas sean). Con esta revelación me di cuenta de que la inspiración es el momento en que nos obligamos a trabajar. Es el momento en que acabamos con todas las distracciones y nos enfrentamos a los miedos. Es el momento de las frustraciones. Es ese precipicio infeliz, en el que no sale nada.

Y aunque haber dejado de creer en la inspiración desde ese punto de vista, es una postura oscura, la elijo, porque me deja tener el control. Si no escribí nada, si no se me ocurrió nada, fue porque no indagué lo suficiente en el mundo que está allá afuera; ni aquí, dentro de mi, en ese lugar donde está todo escondido.


Me declaro culpable de haber matado a mi musa y asumo la responsabilidad de los cargos que se presenten en mi contra. Así lo prefiero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario