Yo maté a mi musa
O si algún día llega el fin del mundo, me
gustaría que me sorprendiera escribiendo.
Muchas
cosas se han dicho acerca de la inspiración. Suena a algo común, a algo
conocido. Un concepto de dominio público. Pero la verdad es que la inspiración es
en esencia, abstracta y por lo tanto, casi indefinible.
Muchas
técnicas han usado los más ilustres escritores, artistas, músicos para
inspirarse, pero jamás se han detenido a encontrarle significados a la palabra,
porque la verdad es que no hace falta. La inspiración, se siente cuando se
tiene. No es fácil alcanzarla y es escurridiza. Y aunque no podamos verla,
sabemos que está ahí rondándonos, burlándose de nosotros, aprovechándose de
todas las distracciones que, como diablitos, se van apoderando de nuestra
concentración dejándonos, una vez más, sin nada.
La
inspiración entonces, es una posición muy cómoda, es el sillón donde se sienta
Homero Simpson a ver televisión durante horas y eso me ha hecho dejar de creer
en ella.
Durante
mucho tiempo confiaba plenamente en mi musa. Esa dama sutil, que (creía yo) venía
a susurrarme al oído mejores entradas para publicar en mi blog, mejores ideas y
por supuesto, el copy ganador. Hasta que un día dejé de escucharla y sentí que
me había abandonado, dejándome huérfana de palabras.
Fue una
época oscura, terrible, sola. Pero un día volvió y como en los viejos tiempos, me
dijo todo lo necesario para sentirme como lo hacía cuando me acompañaba. Y
justo cuando estábamos en el mejor momento, tuve una revelación tan
esclarecedora, que en un segundo frenético la maté sin piedad. Sí, yo maté a mi
musa. O a lo que ella representa para el común: una fuerza, que así como viene
a darte lo mejor de ella y a sacar lo mejor de ti, se va dejándote siendo el
mismo mortal que has sido siempre y eso no me gusta. No me gustan frases como
“cuando llegue la musa” o “no estoy inspirado”.
Esta
revelación me hizo darme cuenta de que la inspiración no es el momento en que
explotan las mejores ideas, ni tampoco la energía que nos hace hacer mejor las
cosas (sean cuales ellas sean). Con esta revelación me di cuenta de que la
inspiración es el momento en que nos obligamos a trabajar. Es el momento en que
acabamos con todas las distracciones y nos enfrentamos a los miedos. Es el
momento de las frustraciones. Es ese precipicio infeliz, en el que no sale
nada.
Y aunque
haber dejado de creer en la inspiración desde ese punto de vista, es una
postura oscura, la elijo, porque me deja tener el control. Si no escribí nada, si
no se me ocurrió nada, fue porque no indagué lo suficiente en el mundo que está
allá afuera; ni aquí, dentro de mi, en ese lugar donde está todo escondido.
Me declaro
culpable de haber matado a mi musa y asumo la responsabilidad de los cargos que
se presenten en mi contra. Así lo prefiero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario