lunes, 5 de octubre de 2009

Inadvertido

Uno nunca sabe qué va a suceder al cruzar el umbral de la puerta de la casa, lo cierto es que estamos expuestos a todo: un tiro en una pierna, un palo de agua, un día interminable de trabajo o un inesperado encuentro.

Para mí, encontrarme con alguien siempre es una sorpresa. Es como un choque violento con el pasado, con todo lo que pensaba hace un año, o dos, o seis; es como mirarme al espejo y ver reflejada a la persona que era (esa que ya no soy).

Hace unos días me pasó. Me agarró desprevenida. Fue como un susto. Una alegría rara. Una sensación extraña que sigue blanca, sin etiquetas, sin nombres. Yo estaba allí con mi pasado a cuestas y de pronto solté el peso, cayó en seco, se abrió y se me regaron todos los recuerdos. Conforme pasaban los minutos yo sentía cómo todos los fragmentos volvían a reunirse y subían, como hormigas, por mis piernas. Eran mudos pero insistentes, hasta que se alojaron en mi espalda. Nunca me abandonaron.

La sensación de estar en el lugar equivocado (o no), en el momento equivocado (o no) me carcomía. Era la duda, la indecisión. Yo no quería estar ahí y sin embargo estaba.

El aire me era un tanto familiar, pero era una familiaridad extraña, remota, tan pequeña que todavía sigo preguntándome si alguna vez existió. Las conversaciones eran parecidas, pero no eran las mismas. Había cierta evolución en las cosas que se dijeron, sin embargo había algo. Un núcleo, un rincón, un gesto. Algo se mantenía intacto. Ese algo que no había cambiado en nada y que seguía estando ahí; aunque ya ni tu ni yo éramos los mismos estando solos, tampoco éramos los mismos estando juntos.

El tiempo se ocupó de tus cosas, también de las mías y eso no me pareció mal. El encuentro sin anestesia creo que sigue molestándome por el sustito vacío que se me mudó a la garganta, pero tu capacidad para sorprenderme nunca murió (como alguna vez dije). Me equivoqué y eso me alegra.

El encuentro no fue desafortunado, como pudo haber sido otro. Hay puntos suspensivos regados por nuestra línea del tiempo que es mejor nunca dejar pasar. Se dan tres diminutos pasos por donde nuestros caminos se cruzan y saltamos a un vacío. Una vez que hayamos pasado de ahí, sólo quedará, algún día, volver a…

2 comentarios: