jueves, 8 de octubre de 2009

Una sabia decisión

Una persona (hombre o mujer) hoy se levantó con ganas de nada. Abrió los ojos temprano en la mañana y descubrió que era mejor terminar con todo.

Tomar una determinación de este tipo, por supuesto, no fue nada fácil.

Podía ser de cualquier forma: rápida, poética, dramática, tétrica o vertiginosa. Supongo yo que el cómo debe ser importante.

¿Dejaría alguna nota?. Nunca se sabrá a quién iba dirigida, ni qué decía, tampoco se sabrá si de verdad la escribió. Y si lo hubiera hecho, me gustaría pensar que fue una despedida sencilla, sin venganzas, sin reclamos.

¿Qué se habrá puesto? ¿Por qué justamente hoy?. Ya no vale la pena preguntar nada, aunque hay ciertas cosas que son fáciles de responder. Todos nos hicimos las mismas interrogantes y, en silencio, nos respondimos. Pudo haber escogido cualquier otra hora, pero eligió las seis de la tarde. Pudo haber escogido una soga, un revólver, una hojilla o el balcón de un edificio, pero fue más inteligente. Si quería terminar con todo, la mejor manera, sin duda, era ésta. Sí, recordándonos a todos que estaba solo(a), desesperado(a).

El maquinista del metro debe estar todavía en shock. Él lo vio todo. Él también se levantó temprano y jamás se imaginó que, al salir de su casa, varias horas más tarde, sería EL testigo (y en primera fila).

¿Será verdad que cuando esto sucede, al señor testigo le dan un año sabático para recuperarse del trauma? ¿Será que de verdad le pagan un psiquiatra? ¿Será que sí se recupera?.

Hoy alguien se levantó temprano y de malas. Decidió acabar con todo y lo logró.

¿Será recordado?. Tal vez. Como uno más. Y pasará a la historia como aquel o aquella que se volvió nada y desató el caos.

Sí, definitivamente fue una sabia decisión.

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