viernes, 21 de mayo de 2010

Amor amarillo... y de todos los colores

Escuchando "A merced"...

Hoy me topé con el post de un blog que me rompió el corazón en mil pedazos y creo que ustedes deben leerlo también antes de continuar... Gustavo y los nuestros

Me trajo recuerdos, me trajo nostalgia y me dejó con un sabor agridulce en los labios.

José Urriola, el autor de la entrada, me hizo recordar mi primer walkman, ese que era rojo y que tenía más volumen que el de mi hermana, ese que hizo cantar a Cerati junto a Soda en los inocentes oídos de una niña de 7 añitos. Recordé el LP de Canción Animal en el piso, junto a una lata de Pirulin un miércoles por la tarde en compañía de Fer y de mi número 1. Recordé mi uniforme del colegio y el patio del recreo. Me recordé caminando por la cancha Multiusos (así se llamaba) viendo como todas las niñitas saltaban a la cuerda, jugaban al avioncito o a chicle+chicle. Todo eran tan trivial, tan efímero, pero en compañía de "Sueles dejarme solo" o "Un millón de años luz" era casi poético. Era un episodio decadente, en el que yo era la protagonista sin siquiera darme cuenta.

Recordé todos los primeros de enero en Mérida ¿cómo no recibir el año escuchándolo(s)? y todas esas madrugadas en las que yo era Cerati y esos tonos bajos imposibles de lograr, que terminaban en interminables ataques de risa (no pude jamás cantar como él). Recordé mi primer ejercicio en las clases de teatro, en la que debíamos escoger un texto y yo elegí "Bocanada" para la audición (y me aceptaron).

También recordé, como dice José, todos los chicos que demostraron cualquier tipo de interés por mí, después de haber intercambiado gustos musicales y llegar al tema de Soda y de Cerati. Así como una frase que alguien me dijo una vez y que me marcó para siempre "si existe una persona a la que no le guste Soda, seguramente será alguien en quien no puedas confiar". Recordé a mi Pequeña, esa que disfrutó el concierto "Me verás volver" tanto como yo (y conmigo), porque para el de la separación 10 años antes, nadie quiso llevar a un par de enanas al Poliedro.

Recordé mi "Colores Santos" original, que emoción fue recibir ese disco. Me lo regaló un chico que me gustaba y eso le daba más valor. Lo mandó a traer de Buenos Aires, fue un excelente regalo. Tiempo después me lo robaron y el chico desapareció... Al cabo de unos años volvieron a regalármelo, esa vez tuvo muchísimo más valor.

Recordé mi viaje a Buenos Aires (qué bien la pasamos), no sólo porque sentía que iba a ver a Cerati en cualquier esquina (y en cierto modo así fue), sino porque pude recorrer la gran Av. Alcorta, la que deja una cicatriz sin haber lastimado.

Recordé ese concierto en el Teresa Carreño, luego del examen de admisión en la UCV. Yo estaba en primera fila para el Bocanada Tour, esa entrada fue un regalo de cumpleaños y fue increíble. Mientras que esperábamos a que empezara, saqué un lápiz y un papelito en el que escribí lo siguiente: "Gustavo: he crecido contigo y me has enseñado muchas cosas. Eres mi maestro y el de muchos", me lo guardé en el bolsillo del pantalón y esperé el momento perfecto. Cerati se acercó y se lo di, él se dirigió hacia el micrófono y dijo: "me acaba de 'shegar' un fax"... Casi me muero... Lo leyó en silencio y me hizo una seña con el pulgar mientras me picaba el ojo. Sólo tenía 17... Ya pasaron 10 años más y recuerdo ese momento como si hubiera sido ayer.

Recordé todas aquellas madrugadas interminablemente divertidas de Diseño Gráfico, esa carrera que no estudié, pero como que si lo hubiera hecho, en compañía de su música. ¿Te acuerdas Fer?... Demasiada fiebre con Amor Amarillo.

Recordé aquellas noches de libros, cigarros y café... Era sorprendente ver la diferencia entre La Divina Comedia sin él y La Divina Comedia acompañada de él... Rara la combinación, pero funcionaba. Años hippies aquellos, de inciensos y adolescencia llegando a su fin.

Son tantos recuerdos en los que siempre estuvo él. Sus letras, que se reinventan solas, conforme pasan los años. Sus solos de guitarra indescifrables y perfectos. Su linda nariz. Su historia. La mía. La nuestra... La que construimos por separado y esa que nos une.

Me despertaste al mundo... Me enseñaste el amor en todos sus tonos, desde el amarillo más brillante hasta el negro más oscuro, y todavía sigo descubriéndole (o descubriéndote) matices.

Levántate... La vida sin tus colores ya no sería la misma.

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