miércoles, 11 de noviembre de 2009

Benito

Benito deambulaba suavemente por las notas de alguna canción, añoraba un delicioso café negro que ahora no se toma, esperaba de pie en alguna esquina.

Benito sonreía en silencio para que nadie lo viera, mientras caminaba por calles imaginarias de una ciudad. Tal vez era un parque o una plaza. Nunca lo dirá.

Benito estaba aislado en un rincón y pensaba. Todos eran invisibles para él. Y entre una nube de humo miraba de reojo.

Benito quería hablar con alguien y en su soledad soñaba con hacerlo. Se planteaba temas y problemas irrelevantes para tener algo que decir en sus silencios incómodos.

Benito corría y aún así, no se movía. La quietud de su lugar era inquebrantable. Una quietud que lo separaba del mundo. Su quietud era su mundo.

Benito pasaba el tiempo viendo el reloj y el reloj se burlaba de su impaciencia. Era muy corto tiempo y los minutos pasaban muy rápido. Pensaba en lo injustos que eran con él, el segundero y el minutero.

Benito se sentaba y meditaba. Benito se levantaba y cantaba. Benito se ensuciaba y se lavaba las manos. Benito estaba indeciso.

Benito pasó momentos oscuros en su espacio mudo y por fin habló.

No hay comentarios:

Publicar un comentario