martes, 3 de noviembre de 2009

Palabras poderosas… Palabras

Miles de millones de palabras son usadas diariamente alrededor del mundo. Imagínense cuántas palabras se deben estar pronunciando ahoritica y en todos los idiomas.

En este momento se deben estar cerrando negocios importantes, se deben estar sacando madres a montón, algunos deben estar prometiéndose amor eterno y otros deben estar echándose un buen chisme. Saludos, insultos, respetos, nombres, honores, oraciones, secretos, confesiones. Todo, absolutamente todo, a través de la palabra (oral, escrita o por señas).

Anoche me tropecé con muchas. Sí, muchas palabras escritas. Abrí una gaveta y ahí estaban, guardaditas en un sobre.

Es muy raro leer cartas viejas, porque te enfrentas con un medio que está por desaparecer, y es por esa misma razón que parecieran adquirir más poder. Hoy en día, podemos escribir un correo electrónico de cualquier cosa, dirigido a cualquier persona y a cualquier hora, pero una carta es diferente. En mi caso (no sé el de ustedes) si tomo un lápiz y un papel, es porque lo que estoy a punto de escribir es tan importante como la persona a quien va dirigida. Para mí es un acto muy solemne.

Decía que leer cartas viejas es raro, también porque cada palabra revela secretos que significaban mucho y ahora no significan nada, pero que quedaron sobre el papel… como una marca.

Un texto es como una escultura. Al poner opiniones, decisiones, sentimientos, confesiones o reclamos en una hoja, cósmicamente quedan ahí para siempre. Es como en el trabajo “si no lo pasaste por escrito, es como que si no me lo hubieras dicho” y es verdad. Cuántas conversaciones feas o bonitas se van olvidando, pero todo aquello que está escrito es como una herida siempre abierta. Es una tentación guardada en los confines de la memoria y de algún escritorio, siempre latiendo, siempre a la espera. Son montones de recuerdos, que cada cierto tiempo vuelven a explotar.

Tenía tiempo sin leer cartas viejas; la última vez que lo hice juré que sería la última vez que lo haría. Y anoche lo volví a jurar.

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